Hay muchísimos
conflictos pero, aunque parezca mentira, no los cuenta nadie, ni el
Pnuma ni el PNUD ni los grupos ecologistas. Hay estimaciones de
varios miles. Si ponemos criterios estrictos y sólo contamos
conflictos que abarquen a decenas de personas, o conflictos que
salgan en la prensa, o conflictos que han causado muertos, el número
se reduce, pero sigue siendo grande.
Es erróneo buscar causas
locales o nacionales de esos numerosos conflictos. Sus raíces están
en el aumento del metabolismo social (los flujos de materiales y
energía) que llega a los últimos confines. En esas fronteras de la
extracción hay gente pobre, hay muchas veces indígenas que
protestan, como en el cerro Wirikuta, en México, o en la Niyamgiri
Hill, en Odisha, India. Mientras en Perú el gobierno de Ollanta
Humala ve ex terroristas de Sendero Luminoso o del MRTA detrás de
esos movimientos, justo al lado, en Ecuador o en Bolivia, se acusa a
las ONG derechistas financiadas por dinero europeo o estadunidense.
Mientras, las víctimas
del ecologismo popular van cayendo una tras otra.
Y como hay tantos
conflictos, surgen redes de información y apoyo como la REMA en
México, como Ocmal (Observatorio de Conflictos Mineros de América
Latina).
Las compañías mineras a
veces son nacionales, ya sea privadas (los Benavides, en Perú, o el
Grupo México) o estatales (como Codelco, de Chile). A menudo son
extranjeras, de Estados Unidos o Canadá, de Australia o Europa, y
también llegan de China. El 5 de marzo de 2012 ocurrió en Quito un
hecho sin precedente: un grupo de valientes mujeres ambientalistas
okupó durante unas horas la embajada de la China para protestar el
contrato que permitiría empezar operaciones en una mina de cobre a
cielo abierto, El Mirador, en la Cordillera del Cóndor, en el
sudeste de la Amazonia ecuatoriana, en territorio shuar. El embajador
se portó correctamente. Uno imagina su asombro. Debía preguntarse,
¿ésas vienen por el Tíbet? ¿Vendrán por algún disidente en
China? Tal vez adivinó que ya venían por el imperialismo chino. Por
primera vez.
La causa de los
conflictos de minería, al igual que los conflictos por extracción
de petróleo o gas, o los conflictos por extracción de biomasa
(deforestación, agrocombustibles, plantaciones de eucaliptos para
pasta de papel...) no está en el neoliberalismo, como se suele
decir. La causa es el aumento del metabolismo social. Da la mismo que
la economía mundial siga una política neoliberal o que siguiera una
senda keynesiana y socialdemócrata. De hecho, no podemos decir que
la economía de China sea una economía neoliberal. ¿El embajador de
China en Quito será representante de un partido neoliberal
comunista, o tal vez representa un capitalismo de Estado? El hecho es
que está detrás del cobre y el petróleo.
En tantas protestas, hay
muchas veces muertos. Por lo menos 10 ecologistas populares perdieron
la vida en Perú, en Filipinas, en Brasil mismo; sabemos sus nombres,
al tiempo que en junio de 2012 se reunía la conferencia
internacional Río+20. De esas injusticias ambientales, de esos
muertos, no se habló en esa conferencia oficial.
Muchas veces hay muertos
en los conflictos ambientales. Pero también hay resistencia y a
veces hay ejemplos exitosos de cómo parar proyectos o proponer
alternativas. Así ocurrió en otro proyecto minero de cobre en
Ecuador, en Intag, en el norte del país.
Surgen nuevos activistas
y líderes, como Marco Arana, en Perú, brutamente detenido el 4 de
julio de 2012 por la policía en la plaza de armas de Cajamarca (muy
cerca del llamado cuarto del rescate donde se dice que Atahualpa hizo
depositar oro para calmar infructuosamente a Pizarro). Marco Arana se
manifestaba contra el proyecto Conga de la minera Yanacocha de la
Newmont (de Estados Unidos), proyecto apoyado por el presidente
Humala y al cual se oponen las autoridades regionales elegidas y
muchos pobladores. Marco Arana se sentó en un banco de la plaza, lo
acompañaba un periodista y un custodio personal, tres personas
solamente. Se puso un cartel, Vida sí, oro no. Se quedó sentado
pacíficamente. Unos 15 policías vestidos como para la guerra lo
atacaron físicamente, lo detuvieron, lo golpearon. Lo dejaron el
libertad al cabo de 12 horas con un maxilar fracturado. Como él
mismo dijo, si a él, dirigente del movimiento Tierra y Libertad
(recientemente legalizado como partido político), reconocido
internacionalmente, le ocurrió eso a la vista de periodistas que
inmediatamente pusieron en YouTube un video de la brutal detención,
pensemos qué le puede ocurrir a cualquier campesino de una aldea
remota.
Joan Martínez Alier
Instituto de Ciencia y
Tecnología Ambientales
Universidad Autónoma de
Barcelona
Coordinador del proyecto
EJOLT
Autor de El ecologismo de
los pobres: conflictos ambientales y lenguajes de valoración