Un movimiento que comenzo en Canada en 1992 por el artista y publicista Ted Dave de la ciudad de Vancouver y que fue concebido como una accion de rebelion y protesta por un excesivo y aplastante consumismo que florece en las fechas navideñas, por tal razon se celebra un dia despues de la accion de gracias observada en EEUU. Esta accion se ha venido repitiendo todos los años en la actualidad se ha extendido a diversos grupos sociales de 65 paises entre los cuales esta USA, Reino Unido, Austria, Alemania, Israel Holanda entre otros.
El proposito aparte de no comprar nada ese dia es la reflexion en torno al rol que puede significar el activismo desde una accion individual que se refleja en acciones colectivas en torno a la economia basada en el consumismo. Se acompaña a esta accion diversos encuentros en torno a charlas, documentales vinculados al problema de las externalidades asociadas al consumismo.
Crítica al modelo
A lo largo de las últimas décadas el consumo de bienes, servicios y recursos naturales se ha ido incrementando de forma exponencial a nivel mundial. Sin embargo, este aumento no se ha repartido, precisamente, de forma equitativa, sino que ha seguido la llamada Ley de Paretto, ya que el 20% de la población mundial consume aproximadamente el 80% de los recursos del planeta. Más allá de lo cuantitativo, el consumismo ha ido tomando cada vez más protagonismo en la vida de las personas y las sociedades enriquecidas, hasta convertirse en una ideología para la selecta clase media consumidora, formada por unos 1.700 millones de personas, y ha hecho del consumo un fin en sí mismo. Desde una perspectiva práctica, se trata de un tipo de conducta tremendamente repetitiva y significativa en el estilo de vida contemporáneo, y que se ofrece como una solución integral a todos los problemas, carencias y necesidades percibidas de las personas.
El consumismo es una conducta que a medida que se ha ido extendiendo a todos aquellos que tuvieran los recursos económicos imprescindibles para entrar en esta noria, ha supuesto enormes impactos a nivel social, económico y medioambiental en todo el planeta. Cada día son más los datos que evidencian los impactos del estilo de vida consumista: destrucción ambiental, sobreexplotación, profundización de las desigualdades económicas, mercantilización de los derechos, las relaciones y los afectos, descohesión social, concentración del poder económico, entre muchos otros.
Desde otra perspectiva, a pesar de los elevados niveles de producción y consumo alcanzados, así como del ideal del “progreso” al que se dirige esta cultura de la posesión de las cosas, las sociedades de consumo muestran signos cada vez más claros de hastío, insatisfacción e infelicidad. Se trata de una paradoja que está inserta en la propia naturaleza y dinámica consumista porque, seguramente, esa sea la trampa: construir individuos que se sientan permanente y sistemáticamente insatisfechos con lo que tienen para que sigan consumiendo genera, en definitiva, frustración e infelicidad.
Un modelo de contrasentido en el que conviven personas obess y famélicas, el despilfarro y las necesidades básicas insatisfechas, la persecución de una escurridiza felicidad publicitaria y los más altos niveles de trastornos psíquicos en la historia de la Humanidad. Una sociedad que se caracteriza por la insolidaridad, el individualismo y el hedonismo, y cuyo estilo de vida hegemónico desafía a diario la sostenibilidad ecológica y social.
Reivindicación y construcción de alternativas
Frente a este escenario, cada día son más numerosas las iniciativas colectivas a escala global que pretenden denunciar los excesos y defectos de este modelo de consumo, promoviendo la reflexión crítica, denunciando los impactos, construyendo alternativas y articulando iniciativas para un consumo consciente, crítico y responsable. En este sentido, el Día Sin Compras es una de las actuaciones que más notoriedad e impacto han logrado a lo largo de los últimos años.
El DSC se celebra cada año la jornada posterior a la conmemoración del Día de Acción de Gracias, a finales del mes de noviembre. La elección de la fecha se debe a que el Día de Acción de Gracias representa el pistoletazo de salida a la oleada de las compras navideñas, principalmente en EE.UU. El también denominado Viernes Negro, es la fecha en la se rebajan los precios en la inauguración de la temporada de compras navideñas, se colapsan las grandes superficies y centros comerciales, la publicidad promueve el desenfreno consumista y, como resultado, es la jornada en la que se produce el mayor volumen de compras en ese país.
Esta iniciativa fue propuesta por el publicista canadiense Ted Dave como una forma de crítica contra los excesos consumistas. Su primera edición se celebró bajo el lema “lo bastante es suficiente” en 1992 y posteriormente el DSC ganó más notoriedad pública al ser impulsado por el colectivo Adbusters. La propuesta del DSC podría ser comparable a una jornada de huelga de los consumidores o una campaña de boicot, no contra un producto o una empresa concreta, sino contra el aparato mercantilista y publicitario y el modelo de consumo resultante.
Los objetivos de esta actuación global no se limitan a la reducción del nivel de consumo en los países del Norte económico, sino que se extienden a promover una reflección crítica sobre este modelo de consumo, denunciar sus impactos y proponer alternativas viables que estén sustentadas en valores como la sostenibilidad socioambiental, el reparto equitativo de la riqueza, la solidaridad, alternativas que retomen las relaciones comunitarias de cercanía, el comercio local y estén asociadas a las necesidades reales de las personas.
Por ello, se trata de una apuesta activa por otro modelo de consumo más crítico, donde el eje no sea el crecimiento económico y la optimización de los beneficios empresariales a costa de sistemáticas injusticias sociales, la polarización de la riqueza, la dependencia al consumismo y la destrucción de los recursos naturales. Así, se ha convertido en una jornada señalada para los colectivos y personas que apuestan por la transformación del modelo de producción, distribución y consumo, así como del estilo de vida contemporáneo.
Esta crítica se sustenta en una crítica sistémica más amplia y profunda, vinculada al reparto de los recursos a escala planetaria, el libre mercado, las normas que rigen el comercio internacional o las políticas alimentarias, entre otros. Por lo tanto, también se relaciona con otros movimientos de contestación, como es el caso del comercio justo, la agroecología, la economía solidaria, el movimiento decrecentista o la defensa de la soberanía alimentaria de los pueblos.
Durante esa fecha, los colectivos y organizaciones sociales implicadas en estas temáticas denuncian de distintas maneras un sistema injusto, alienante e insostenible, y reivindican el consumo local, justo y ecológico de los productos necesarios. Por eso, el DSC es también una ocasión para la visibilización de la problemática asociada al consumismo y la promoción del ejercicio colectivo de un consumo responsable y crítico durante los otros 364 días del año.
La repercusión y visibilidad del DSC ha ido creciendo paulatinamente desde sus comienzos, cada año con un mayor nivel de participación de personas y colectivos. Los lemas “un día sin compras, 364 de consumo sostenible” y “Nada, el producto más vendido en el Día sin Compras” sirvieron para celebrar las dos últimas ediciones del DSC en España y otros paises.
Grupos como Ecologistas en Acción proponen debates, reflexión y la construcción de alternativas posibles para promover el decrecimiento, reconducir el estilo de vida, el modelo de producción, de consumo, de transporte, energético, de alimentación y de poder, con el objeto de transitar el ineludible camino hacia la sostenibilidad socioambiental del sistema. Para tal fin, se organizan durante toda la semana distintas actividades en diferentes ciudades del territorio español. Entre éstas, destacan recorridos por proyectos alternativos, mercadillos de trueque y tiendas gratis, exposiciones de contrapublicidad, charlas de agricultores ecológicos y grupos autogestionados de consumo, talleres de costura, de reciclaje de muebles o de huertos urbanos y mesas redondas.
En última instancia, se trata de una jornada que sirve para poner sobre la mesa de la conciencia colectiva un conjunto de críticas y alternativas necesarias que han quedado ocultas o disfrazadas por el ruido mediático y la saturación publicitaria. La crítica a una economía que se ha vuelto autónoma, que no toma en consideración las necesidades y exigencias de la vida humana y sólo aspira a su propio desarrollo. A un aparato de producción que pretende alcanzar un ilusorio crecimiento infinito sobreexplotando el planeta y un modelo de consumo que pretende mercantilizar todo aquello cuanto exista. A un estilo de vida que obvia cualquier límite y pasa por encima de las necesidades en nombre del “progreso”, el “desarrollo” o la “modernidad”. La alternativa de construir una sociedad fuera de la lógica del crecimiento, el individualismo y la competencia. De promover un modelo económico y social que respete los límites físicos, proteja y favorezca la vida. La alternativa de reaprender a vivir más allá del consumismo, siguiendo la consigna “menos para vivir mejor”