lunes, 31 de enero de 2011

Termoeléctrica de Campiche: “Parar esta termoeléctrica, es parar toda la fila que viene detrás”

El domingo 23 de enero en la localidad de Ventanas, se llevo a cabo la segunda edición del festival “Ventanas a la Vida”, manifestación festiva contra la instalación de nuevas termoeléctricas en la bahía de Quintero organizada por el Grupo de Accion Ecologica Chinchimén, agrupó a unos ochocientos espectadores, que pudieron escuchar, en vivo y gratuitamente, a seis bandas de la región, dentro de las cuales la ya famosa Camila Moreno.

Por Marion Bastit.

            Aunque el festival nació en diciembre del 2009 para celebrar el fallo en la Corte Suprema de la empresa estadounidense AES Gener, esta victoria no significa el final de la lucha. Es en virtud del artículo 8 de la Constitución chilena, que estipula que cada ciudadano tiene derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación, que en junio del 2009 fue detenida la construcción de la termoeléctrica de Campiche, cuarto proyecto de este tipo en la bahía. Sin embargo, el lobby de AES Gener logró presionar al ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma, que aprovechó la ausencia de la presidente Michelle Bachelet, el 31 de Diciembre de ese mismo año, para publicar un decreto cambiando el uso del suelo a fin que el proyecto pueda seguir implementándose. Aunque un nuevo recurso judicial presentado por el Consejo Ecológico de Puchuncaví-Quintero está actualmente paralizando las obras, la Chinchimen y Comunidades por el Derecho a la Vida (CDV) siguen movilizándose, ya que ocho otros proyectos de termoeléctricas han sido presentados desde el 2005, en una zona declarada saturada desde el 1993.
            Estas centrales termoeléctricas funcionan a carbón, generando como residuo “un contaminante horroroso, que genera muchas enfermedades y daño en el ecosistema”, denuncia María Teresa Almarza, militante del CDV.  “Una central tira al aire alrededor de veinte toneladas diarias de porquerías tóxicas”, precisa ella, dentro de las cuales dióxido de azufre, óxido de nitrógeno, mercurio. Además de enfermedades respiratorias como bronquitis o asma, los contaminantes resultantes de la combustión del carbón también generan a largo plazo cáncer, malformaciones y fragilización de los huesos. “En la bahía de Quintero, hay sectores donde más del 40% de las muertes son debidas al cáncer”, precisa Hernán Ramírez, del CDV. Pero el almacenamiento del petcoke, residuo de la combustión del carbón, también presenta riesgos. En efecto, uno de los lugares de acopio está “detrás del humedal de Campiche, justo arriba de la vertiente subterránea”, revela Keko Hermosilla, de la Chinchimén. “Entonces cuando perfora, llega el agua, y la gente toma esta agua contaminada.” Además, para enfriar sus torres, la termoeléctrica saca “como un estadio nacional lleno de agua del mar cada vez, que devuelve al mar seis o siete grados más caliente, con lo cual están afectando el ecosistema marino”, denuncia María Teresa. “Aplican una serie de procesos químicos para matar a las larvas de peces y los moluscos para evitar que se peguen en los tubos, y donde devuelven estos químicos, es donde la gente afuera se está bañando”, añade Hernán. “Las autoridades marítimas deberían prohibir bañarse aquí, pero nadie hace nada”, constata él.
            Aunque no hubiera estudios por parte de las autoridades sanitarias respecto al impacto de las termoeléctricas, el presidente Piñera vino a Ventanas el martes 18 de enero para presentar una nueva norma que regula las emisiones de estas centrales. Esta norma reconoce la existencia de riesgos, ya que “en su expediente se dice que una vez aplicada, en diez años más, se va a evitar la muerte de 256 personas al año”, subraya Hernán. Pero no impide la instalación de nuevas termoeléctricas en la bahía, ya que “mide las emisiones de una chimenea, pero no considera la capacidad que tiene esta zona para definir cual es la máxima cantidad de termoeléctricas que se pueden instalar aquí. Norma como si la única termoeléctrica del planeta fuera la que está aquí.” Además, el nivel de emisiones permitido es el doble del aplicado por la Unión Europea, que corresponde a la norma definida por la Organización Mundial de la Salud. “Es un problema de rentabilidad, ya que la instalación de filtros representa inversiones millonarias”, dice Hernán, que recuerda que esta norma es más permisiva que el proyecto inicial del gobierno de Bachelet, debido a presiones de las empresas afectadas. “Hay algunos contaminantes que no se van a normar”, denuncia María Teresa. “Que ahora exista una norma es un pequeño avance”, reconoce Hernán, “pero si no se norma la totalidad no sirve para nada”, concluye María Teresa.


Marion Bastit