lunes, 23 de abril de 2012

Impuestos verdes y el impuesto específico


Los impuestos verdes tienen por objeto reflejar externalidades ambientales en los precios. Algunas veces lo recolectado con esa finalidad se traspasa a fondos para financiar tecnologías limpias, pero eso ocurre en la minoría de los casos.  Otras veces funcionan

Sin embargo hoy en Chile los impuestos que algunos podrían definir como verdes (aunque no lo son) como el impuesto específico a la bencina y el diesel están incentivando el uso del combustible más contaminante, el diesel. Cada litro de bencina está grabado en cerca de 240 pesos por litro, mientras que el diesel cerca de 60 pesos por litro. Si uno compara las emisiones de un vehículo diesel convencional (sin norma) estos contaminan cerca de 200 veces por km que su equivalente bencinero.

 En el mejor de los casos, en la comparación entre Euro IV diesel vs gasolina, cumpliendo la misma norma, el vehículo diesel contamina 16 veces más. Pero paga ¼ del impuesto. Una distorsión tremenda que incentiva a contaminar.  La paradoja es la gran cantidad de camionetas 4×4 diesel que hoy poblan Santiago. Son diesel para “ahorrar”. En Estados Unidos el auto diesel cuesta más caro, cerca de 10% más, lo que ha hecho que el parque vehicular se haya inclinado por la gasolina.

Hace poco me tocó llevar a mi vehículo híbrido (Honda Civic) por primera vez ya que es del año 2008. En los 3 parámetros (hidrocarburos, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno) marcó 50 veces bajo lo requerido. Le consulté a un vecino que maneja una 4×4 diesel cuánta contanaminación medía su control de gases.

Me encontré con la sorpresa de que el único parámetro que debe cumplir es el de opacidad (que no tire humo en los pocos minutos que mide).  Consulté a un colega experto en emisiones vehiculares porqué no le miden otros compuestos (que se sabe que son altamente emitidos por los diesel), y me dice que no se puede porque se taparían los instrumentos. Ahí tenemos al “ecodiesel” en su esplendor.

En los años 90 se hicieron muchas cosas para incentivar el transporte privado más eficiente. Se establecieron vías exclusivas para autos compartidos (qué falta hacen hoy!). Se eximió de restricción vehicular a los calatíticos. Recuerdo estar en un programa de radio cuando un comentarista reclamaba de que se prometió que estos nunca sufrirían restricción vehicular, y que hoy están sujetos a restricción para condiciones extremas de contaminación.

Recuerdo haberle respondido “Yo tenía 16 años cuando se hizo esa promesa”. Es verdad, han pasado 21 años, y existen autos catalíticos del año 91 o 92 que siguen funcionando en Santiago, contaminando casi como los no catalíticos. Por otro lado los no catalíticos contaminan muy similar a los diesel. Entonces donde está el incentivo a comprar algo más limpio? ¿Tendré exención de restricción vehicular? No. Ni cerca. Esa 4×4 diesel que contamina 20 veces más que un auto normal tiene la misma restricción vehicular de mi auto que está 50 veces bajo la norma. Es decir… hemos desaprovechado usar al mercado como agente de cambio fruto de presiones que poco y nada tienen que ver con el transporte privado.

Se espera que pronto el gobierno anuncie su etiquetado de automóviles, el que tendrá las emisiones de CO2/km, y se están estudiando feebates, es decir cobros en exceso a autos contaminantes por CO2, y descuentos a algunos más verdes. Y es valioso. Pero dejar una pista en la Costanera Norte dedicada a autos compartidos, verdes (como en California) no cuesta nada. Eximir de restricción a los vehículos Euro V en adelante (y los híbridos) no cuesta nada.

Y nivelar el impuesto entre diesel y bencina para vehículos livianos (si realmente reflejara las externalidades ambientales en forma proporcional el diesel debería pagar 285 pesos por litro y la bencina 15).  En un país tan economicista es extraño que hayamos desaprovechado al mercado para incentivar lo que le cuesta menos a la sociedad. Al contrario, cada vez son más las 4×4 diesel en Santiago. El mercado distorsionado ha elegido al ganador.  Y la sociedad es la que pierde.

Marcelo Mena