Si todos conocen el carnaval de los Mil Tambores, pocos son los que saben de su origén. Nació en el 2005 de la lucha por la recuperación del Parque de Santa Marta, luego renombrado “Parque de las Artes”, encabezada por el Centro Cultural Playa Ancha (CCPA). Este último, además de varios talleres artísticos y de una escuela de carnavales, cuenta con un ambicioso programa medioambiental llamado “Sello Verde”. El trabajo de educación ambiental que se desarrolla mediante talleres también se concretiza en la implementación del manejo de los residuos domiciliarios en la comunidad, así como en la instalación de un Centro Demostrativo del Buen Vivir autosuficiente a los niveles energético y alimentario.
El plan pilóto de manejo de los residuos domiciliarios correspondería a doscientas casas del sector de Santa Marta, donde se separaría vídrio, papel y cartón, plástico y residuos orgánicos. Antes de instalar los basureros en abril o mayo del 2011, se está en una etapa de difusión mediante boletines explicativos, reuniones con dirigentes vecinales y visitas a las casas de la gente interesada. “Es un camino bastante largo, con canales de comunicación bastante pequeños y de poco impacto, por un tema de recursos. El sistema de voluntariado hace el trabajo mucho más lento, te condiciona a ponerte otro plazo...”, recuerda Karin. “Hay que hacer una difusión casi personalizada, cara a cara, al nivel húmano”, afirma Simona. “Creo que la gente en genereal desconoce la práctica de la separación de la basura. Así que no va a ser facíl que se involucren en esta iniciativa, pero eso es un trabajo que tenemos que hacer”, concluye Santiago Aguilar, responsable del CCPA.
En el vívero esta mañana, Simona y Gabriel, dos voluntarios del CCPA, están plantando ajíes con tres niños del barrio. “Queremos que este invernadero sea un modelo de soberanía alimentaria, que se puede replicar en otros sectores populares para no depender de las grandes corporaciones que te venden los alimentos con pesticidios”, cuenta Gabriel. Y es un éxito, ya que después de sólo dos meses, las plantas de tomates ya miden más de un metro. Aquí todo está reciclado : los maceteros son botellas de plástico partidas por mitad, mientras las lombrices degradan los residuos orgánicos para hacer humus y las papas crecen plantadas en neumáticos. “Plantar nos puede hacer apropiar del espacio público, pero en el sentido verde. Todas las quebradas pueden ser huertas”, afirma Simona, “porque aquí el clima da para que se planten muchas cosas”.
En su Centro Demostrativo del Buen Vivir, el CCPA quiere alcanzar la autosuficiencia energética mediante el uso de energías alternativas. Además de las energías eólica y solar, también han pensado en aprovechar la energía humana, mediante el uso de bicicletas para cargar baterías. El uso de compostaje, a través la descomposición de materia orgánica, también sería otra fuente de energía. Para financiar este proyecto, están ahora en una campaña de levantamiento de fondos, que pasa por la visibilización del Centro, tanto al nivel nacional como internacional. “Pero no necesitamos tanta energía, no son recursos tan elevados, por eso la autogestión va a ser nuestra principal fuente de ingresos”, afirma Santiago. Mientras existen empresas que desarrollan estas tecnologías alternativas para la venta, sería la primera experiencia de este tipo al nivel comunitario, según Patricia Beltran, de la cooperativa Territorio Sur.
En este centro, más del 60% de las contrucciones son hechas de materiales reciclados. Se trata sobretodo de material de construcción en desecho, pero también se usan botellas plásticas, cajas de tetrapack y bandejas de huevos para la aislación de las paredes. “Los pobres siempre han reciclado”, recuerda Santiago, “por no tener recursos para comprar algo nuevo. Pero aquí lo planteamos como un valor, y no como la última posibilidad.” Esta práctica se difunde mediante talleres, como el próximo que desde 7 al 15 de enero enseñará el uso de materiales reciclados para la construcción de muñecos.
“Este lugar como centro expositivo es de trabajo real, porque aquí llegan los niños y se plantan cosas, llegan los grandes y se hace un trueque de plantas... Todo eso aporta a la comunicación en el sentido verde”, se entusiasma Simona. “El mismo hecho de estar promoviendo el Sello Verde es un trabajo de educacíón ambiental. Cada cosa que hacemos es parte del programa de educación ambiental”, concluye Santiago.
Para Airepuro Marion Bastit