jueves, 13 de enero de 2011

El Parque Forestal y una solución en busca de su problema

No es que el proyecto sea malo. Si no hubiera nada allí, si sólo existiera un gran sitio baldío, probablemente sería recibido de buena gana por los vecinos y el resto de la comunidad. El problema es que allí sí hay algo, que ese algo tiene más de 100 años, que funciona bastante bien, y que tal como está gusta mucho tanto a residentes como visitantes. Por eso no se entiende la obsesión de la Municipalidad de Santiago con plantear una remodelación al Parque Forestal cuando éste no la requiere en absoluto.
¿Necesidad del alcalde de dejar su impronta en el espacio público capitalino con un proyecto más vistoso que útil? Nada de raro, que no pocas cosas en las ciudades se construyen por pura vanidad edilicia. Vaya a saber uno, pero creo que no hay nada más torpe que gastarse 4 millones de dólares en un lugar que tal como está ha generado a su alrededor uno de los mejores barrios de Santiago, un barrio donde cada día hay mejores tiendas, restaurantes y cafés, donde cada vez hay más panoramas artísticos y culturales, un barrio ideal para pasear sin rumbo fijo a la sombra de los árboles en verano u oyendo el suave crepitar de las hojas secas en otoño. ¿Qué más se puede pedir? Reemplazar maicillo por pavimento no tiene mayor sentido, lo mismo que construir la ciclopista que ni un ciclista ni peatón ha pedido, si los actuales senderos son tremendamente agradables, cómodos y seguros para pedalear.
Quizás sea culpa de la arraigada mentalidad de zonificación (zoning le llaman algunos) que padecen muchos urbanistas, en que a cada actividad que ocurre en la ciudad quieren ofrecer un lugar específicamente diseñado y dedicado a ella, como si los espacios no pudieran ser flexibles para acoger diversas actividades sobre su superficie. ¿Hay gente que anda en bicicleta? Entonces hagámosle una circulación exclusiva. ¿Hay manifestaciones políticas? Entonces dediquemos una explanada especialmente construida para ello. ¿Se juntan malabaristas? Entonces diseñemos un malabaródromo en el que puedan tirar sus cosas al aire sin que a nadie le caigan en la cabeza. Y así con los viejos que dan de comer a las palomas, las parejas que se retuercen bajo los árboles y los punks que se dejan caer en la noche. ¿Acaso cada uno requiere de un espacio especialmente diseñado para sus necesidades? No olvidar: el actual parque acoge un sinnúmero de actividades que se desarrollan de lo más bien en un lugar que debe gran parte de su calidad al alto grado de flexibilidad de sus espacios.
Ahora bien, que me oponga al proyecto municipal no significa en absoluto que apoye todos los argumentos de sus detractores. Hay mucho de histeria en este cuento. Decir que con la pavimentación de 6 mil metros cuadrados que hoy son de maicillo se va a alterar el ecosistema capitalino es una exageración que no aguanta mayor análisis. Tampoco concuerdo con los vecinos que aprovechándose del pánico quieren prohibir todo tipo de reuniones multitudinarias en el parque; los mismos que citan como ejemplos al Central Park, el Mall de Washington o el Boston Common debieran saber que en los pastos de dichos parques se celebran continuamente conciertos, festivales de teatro y mítines políticos que congregan a varios miles de personas sin mayor protesta de residentes que saben que vivir al lado de un gran espacio público tiene enormes beneficios, pero también costos asociados a su carácter ideal para la concentración de gente.
Yo no le pido a mi dentista que me cambie los dientes que todavía funcionan, ni contrato a un abogado para resolver los problemas que no tengo. La propuesta municipal ataca carencias inexistentes, siendo una solución en busca de su problema. El Forestal quizás requiere de intervenciones menores, como la mejora en la iluminación que contempla la iniciativa, pero no el rediseño de espacios que a lo largo de un siglo han demostrado ser tremendamente aceptados por la gente, que afortunadamente ha reaccionado organizándose para detener a tiempo este error garrafal. Sólo queda esperar que la cordura vuelva y se deje al parque tan tranquilo como siempre ha estado.
Palabras al cierre
Acabo de leer que el alcalde Pablo Zalaquett se juntará con el diputado Felipe Harboe, opositor al proyecto, para poder intercambiar puntos de vista sobre el mismo (yo juraba que uno elige a los diputados para que estos se dediquen a legislar). Algo me dice que la propuesta pavimentadora va a pasar rápido al cajón del olvido. Espero.
Gentileza de Rodrigo Diaz