Seguro más de alguien recordará la “Cumbre Mundial Ambiental de Río ’92”, la que constituyó todo un hito esperanzador, un intento por promover la sustentabilidad en nuestro planeta, una apelación a la conciencia humana por cuidar nuestro hogar. Desde aquella cumbre no solo surge el “desarrollo sustentable”, un llamado a dejar un mundo mejor a las próximas generaciones, a tanto que hoy hasta los proyectos mas nefastos se las dan de “sustentables”.
Y también en Río ’92 hubo múltiples compromisos, como la Convención para la Biodiversidad, medidas para enfrentar la desertificación y por la conservación de los bosques, la “Agenda 21” y un tanto por ciento del producto interno bruto por parte de los países ricos para contribuir a la sustentabilidad de aquellos económicamente pobres. En estos compromisos poco o nada se ha avanzado; meterse la mano al bolsillo y restringir los negocios y malos hábitos, sí que duele a muchos. Así, a 20 años de aquel magno y esperanzador evento, al realizarse una nueva “Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sustentable”, ésta francamente ya no es lo mismo y se apreció harto desinflada y falta de metas.
Claramente el sistema globalizado esta más preocupado de la crisis financiera inmediata que en percatarse y enfrentar los orígenes de ella y que esa crisis y las demás tienen raíces más profundas, como precisamente la insustentabilidad de su actuar. De hecho, la crisis del “cambio climático” o “calentamiento global”, es más que una fiebre, síntoma de que algo no anda muy bien en nuestra maltratada Gaia. Y parece que a los humanos nos cuesta aprender a la buena y nos acostumbramos a tener que llevarnos un escarmiento antes de enmendar rumbo. La verdad es que el cambio hacia un mundo mejor y más sustentable debe partir en nuestros fundamentos ético-filosóficos. Y quienes ostentan el poder consumiéndose al planeta, no tienen intención en abandonar sus costumbres y la gran mayoría “los de abajo”, o quisieran detentar el mismo poder por la misma vía o están luchando por sobrevivir de cualquier forma, con lo que evidentemente tampoco cuidan el planeta.
La cuestión es que da la impresión que la cumbre Río + 20 se realizó más por cumplir con el ritual de la fecha que con el contenido y compromiso. A tanto, que el jefe del imperio decidió no acudir. Entre los demás presidentes, por lo que hemos visto, destacó aquel de Uruguay al preguntar: “¿Qué es lo que buscamos? ¿Somos realmente felices? ¿Estamos gobernando nuestros inventos o ellos nos gobiernan a nosotros?” Y de lo poco que supimos, después, del presidente de nuestro propio país, es que intentó de proyectar una imagen ambientalista y para ello en su discurso no trepidó en hacer un llamado a cambiar el rumbo y demostrar en los hechos el desarrollo sustentable y mostrar como logros de su país una institucionalidad ambiental aún sin funcionar o que definitivamente ni tiene intención en que llegue a concretarse. Luego, en una entrevista a la BBC Mundo, que hizo historia por su inusitada finalización, se refirió entre otras cosas, a las represas y protección de la Patagonia. Claramente el sistema globalizado esta más preocupado de la crisis financiera inmediata que en percatarse y enfrentar los orígenes de ella y que esa crisis y las demás tienen raíces más profundas, como precisamente la insustentabilidad de su actuar. De hecho, la crisis del “cambio climático” o “calentamiento global”, es más que una fiebre, síntoma de que algo no anda muy bien en nuestra maltratada Gaia. Y parece que a los humanos nos cuesta aprender a la buena y nos acostumbramos a tener que llevarnos un escarmiento antes de enmendar rumbo. La verdad es que el cambio hacia un mundo mejor y más sustentable debe partir en nuestros fundamentos ético-filosóficos. Y quienes ostentan el poder consumiéndose al planeta, no tienen intención en abandonar sus costumbres y la gran mayoría “los de abajo”, o quisieran detentar el mismo poder por la misma vía o están luchando por sobrevivir de cualquier forma, con lo que evidentemente tampoco cuidan el planeta.
Por desgracia, nos estamos acostumbrando a como el Presidente Piñera en el extranjero se muestre amigo y admirador de la movilización estudiantil y ahora del ambiente y la sustentabilidad, pero en casa la realidad es harto diferente. Aunque, no nos esperábamos llegase a tanto como a citar textualmente la publicidad marquetera de HidroAysén en defensa de la represas en la Patagonia. La primera, que hemos demostrado es una falacia, ya parece señal de ceguera y justificación de incapacidad gubernamental: “Chile necesita duplicar su capacidad de generación de energía dentro de los próximos 12 años. Porque Chile es un país que está creciendo con mucha fuerza y que aspira a ser un país desarrollado y sin pobreza antes de que termine esta década. Para eso necesitamos energía que sea segura, limpia y económica”. Y la segunda y aun peor, “En el caso de las represas de Aysén podemos asegurar que al menos el 99% del territorio de Aysén va a ser preservado”. ¿Cómo el Presidente puede asegurar la preservación de casi todo un territorio que ya tiene serias señas de que donde ha llegado el “desarrollo” está harto maltratado? Es más, hace casi dos años le entregamos una carta al Presidente haciéndole ver la importancia de enviar a Unesco el expediente de sitio de Patrimonio Mundial “Archipiélagos y Hielos Patagónicos” entregado por Conaf el 2007 y que le otorgaría status internacional a una amplia superficie patagónica ya declarada área silvestre protegida. Y hasta hoy ni siquiera se ha dignado en contestarnos. ¿Ese es su interés en la preservación de la Patagonia? ¿Es que acaso ese status de Patrimonio Mundial afecta a HidroAysén y por eso el Gobierno no se atreve a postularlo? Algo parecido ocurre con el “Monumento Nacional Paso San Carlos”, el cual luego de ser aprobado en mayo 2010, por unanimidad, por el Consejo de Monumentos Nacionales, quedó a la espera de que… HidroAysén acepte su deslinde.
Como está claro que el Presidente está recitando la publicidad de HidroAysén, con eso de que solo inundan o afectan el 1% de la región, vale hacer presente, que eso también es una falacia. Resulta que el proyecto aquel no solo inunda, sino también consta de múltiples obras anexas, entre ellas vertederos y sus líneas de transmisión, superficie que evidentemente evitan incluir en sus cálculos. Menos aun incluyen, que a causa de sus derechos de agua dejan legalmente seca prácticamente tres cuartas partes de la segunda cuenca hidrográfica en tamaño del país. O sea, el proyecto afecta seriamente a cerca del 20% regional. Por lo demás, 85% de la superficie de la Región de Aysén es hielo, roca y está sobre el límite vegetacional. O sea, solo queda 15% de suelo usable, el que en buena parte se encuentra en los escasos valles. Por lo tanto, inundar o destruir, con represas (y no solo las de HidroAysén), lo poco de habitable y con vida que tiene la región, es harto mas de 1% de la superficie útil. Y eso, sin considerar que HidroAysén es como una mosca en un vaso de leche.
Por eso, además de las cifras, vale también recurrir al argumento cualitativo; ¿Y si la ubicación de ese 1% es justo el corazón o un lugar clave del cuerpo regional, que pasa? Las Cataratas del Iguazú, el Serengeti y hasta las Torres del Paine, constituyen menos del 1% de su respectiva región, pero nadie se atrevería a tocarlos. Lo mismo con patrimonio cultural como las pirámides de Egipto, la Alhambra en Granada, la Isla de Pascua.
Es por eso que hacemos un llamado al Presidente a ser consecuente con su discurso cuando dice que: “llegó el tiempo de cambiar el rumbo y abrazar la causa del desarrollo sustentable” y de “tomárselo en serio”, sin quedarse solo con la parte del crecimiento económico.
Por Peter Hartmann http://www.elciudadano.cl